CAJEROS AMBULANTES 

Por Edilson Huerfano Ordoñez / sacerdote ortodoxo en proceso de incardinación
Líder social y defensor de derechos humanos


Quiero iniciar esta columna de opinión recordando parte del discurso del señor “presidente” de Colombia Iván Duque Márquez del día 25 de marzo de 2020, donde habla de la solidaridad con los hermanos venezolanos que se han refugiado por la crisis de Venezuela en nuestro país, en especial, ser intolerante frente al delito cometido por parte de algunos ciudadanos del país bolivariano en el nuestro.

Según Duque, él habló con el gobierno de los Estados Unidos para solicitar recursos económicos en aras de fortalecer un plan de contingencia no solo a los colombianos frente a fenómenos sociales sino también a los hermanos del país vecino donde Nicolas Maduro es su presidente, y no Guaido como pretendieron hacerlo creer al mundo.

Pero una cosa es lo que se diga de dientes para afuera y otra la realidad que vemos a diario por las calles de las principales ciudades, y es, en esa realidad que me quiero centrar, en especial, la de cientos de niños que diariamente terminan en los semáforos en lo que yo denomino “cajeros de recaudo ambulantes”.

Basta con transitar por 10 minutos por cualquier avenida principal y a simple vista nos encontraremos con el cuadro que adorna tal lugar; dos señoreas sentadas bajo una carpa de plástico en sillas rimax al mejor estilo de matronas, de allí solo se mueven para recibir el dinero que cada niño recauda en cada cambio de semáforo, lo cuentan y al canguro que llevan sujeto en la cintura, se echan aire con un abanico y durante su turno charlan todo el tiempo sin perder de vista a los menores que para ellas terminan trabajando al mejor estilo de las principales mafias de trata de personas en el mundo.

Algunos dirán que exagero frente a lo que escribo, otros que no es así y que la gente necesita generar ingresos para comer, frente a eso lo que escribo es porque he pasado mucho tiempo haciéndole seguimiento a tal situación. Pero… ¿qué tiene que ver Duque acá frente a este tema? dirán algunos.

No podemos negar que en Colombia se pierde fácilmente la memoria de lo que se promete o frente a actos que afectan nuestra tranquilidad,

Duque desde su gobierno le prometió a todo hermano venezolano que abandonara su país, que acá recibiría todo el apoyo y atención necesaria para mejorar su calidad de vida, incluyendo a militares que desertaran , varios lo hicieron y terminaron olvidados en algún hotel de un departamento cercano a la frontera sin la promesa cumplida, porque tales ayudas solo fueron aroma de un rato, como muchas de sus promesas.

Los niños de los semáforos han terminado siendo el negocio mas lucrativo para unos pocos que ya tienen el control de las principales vías de las ciudades, que quizás terminan siendo alquilados por veinte mil y hasta treinta mil pesos dependiendo de lo que produzcan, sin que el gobierno promesero se preocupe por ellos o las entidades que deben garantizar sus derechos, “ nosotros no podemos hacer nada frente a eso me lo explicó una funcionaria de una entidad publica que “protege” a los niños, ellos son hijos de venezolanos y nos son colombianos” fue su respuesta.

Decir que ver hombres, mujeres con niños en sus brazos y menores de edad que van de un lugar a otro recolectando dinero no es un negocio lucrativo y que se está explotando a los menores de edad, seria como negar que el atún de cuatro mil quinientos pesos lo facturaron a ocho mil quinientos en Tibú norte de Santander.

En pocas palabras, es más rentable tener a los niños dopados para que no sufran cansancio en cada semáforo que salvaguardar su integridad. Mi pregunta final: ¿y en donde están las instituciones que restablecen los derechos de los menores de edad? O tan solo salen a medios un día como noticia nacional mientras que las “mafias” para explotar menores d edad  surgen cada día más en nuestro país?.

 

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