«El Cauca es un territorio de muerte para las mujeres».


Por Francisco Calderón

Mientras las jóvenes de la selección Colombia femenina Sub 17 de fútbol juegan la final de un mundial, en el Cauca las mujeres tienen otro encuentro, el partido contra la violencia.

Y no es cualquier juego, porque la semana termina con el asesinato de la tesorera del resguardo de Chimborazo, Yeimy Chocué; y el ataque con fusil contra la líderesa indígena y senadora, Aída Marina Quilcué Vivas, en Inzá. Mientras escribo esto, se desconoce el paradero de la enfermera jefe Diva Díaz.

Ella, si ellas, son ahora el blanco de la violencia que carcome al Cauca y se enfrentan como pueden, porque lo que buscan es prácticamente sobrevivir en un territorio donde al parecer todo está diseñado para que las mujeres pierdan la vida.

No es cualquier lucha. La cifra de asesinatos y feminicidios en la región es altísima. Ya a esta altura de 2022 se superó con creces los 72 o 73 casos contabilizados en el 2021 y donde las víctimas mortales eran mujeres, ya sea porque las mató el esposo, novio o alguno de los grupos armados ilegales que pululan en la región.

En un solo mes, y de acuerdo con cuentas que manejo como cronista judicial, once ciudadanas fueron asesinadas, en medio de situaciones que ni siquiera son investigadas. Eso pasó en el pasado mes de abril. Ahora, y en menos de quince días, registré cuatro homicidios de ciudadanas, todos registrados en los últimos días de octubre.

Entonces si es un tema que debe preocuparnos, porque la violencia acaba con las grandes posibilidades que ellas representan para sacar adelante nuestras familias, la región, el país. Mire esas jóvenes futbolistas, le brindó al país ‘el chico’ de jugar una final de un mundial, cosa que nunca han podido los hombres, con toda la parafernalia mediática, mafiosa y política les ponen a sus pies. Ejemplos como esos, hay miles.

De ahí que cada vez que asesinan a una de ellas, acaban con la posibilidad de cambio, de paz, de transformación, porque ya es hora de reconocer que ellas son ahora las llamadas a sacarnos, precisamente, de ese platanal de la violencia y el atraso.

Sí, las amas de casas, profesionales, líderesas, trabajadoras tienen la capacidad suficiente para transformar la realidad, algo que es supremamente urgente; más en el Cauca, que nunca ha podido vivir en paz y en buenas condiciones, porque todo se lo roban, hasta la vida de ellas.

No es hora de callar, hay que gritar hasta el infinito cada vez que matan a una mujer, para vencer ese estado de cosas, para destruir por completo esas esos paradigmas que terminan justificando esa violencia de género.

«La maté por perra», «la mataron por culipronta», «la mataron porque se metió donde no debía», «la mataron por no quedarse callada», esos imaginarios hay que destruirlos, porque primero está el señalamiento, ya después viene la muerte.

Todo eso hay que acabarlo, como las prácticas donde el victimario se convierte en víctima por arte de magia, mientras que la afectada, la agredida, la ultimada termina en el cochino olvido, en el destierro.

En Popayán, por ejemplo, varios periodistas fueron a recibir como héroe, a la salida de la cárcel, a un colega de radio que le propinó más de diez puñaladas a su esposa, también periodista, por un tema de infidelidad. Todos justificaron la agresión y hasta trabajo le consiguieron al responsable tras recuperar la libertad, mientras que ella, la víctima, le tocó irse de la ciudad. El caso quedó, sencillamente, en la impunidad.

De ahí que, desde todos los espacios posibles, denunciar este estado de cosas, para ayudarles a ellas en ese partido que libran, ser los primeros ayudarlas para que triunfen a la hora de defender sus vidas, más en esta región, donde ellas están llamadas a cambiarlo, a trasformarlo, porque sencillamente de ellas necesitamos todo.

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