Presidente Gustavo Petro se paró duro ante el ELN: pide que esta guerrilla termine con los secuestros.


No hay más concesiones o beneficios en la negociación, al menos de momento. El Gobierno progresista de Gustavo Petro se ha plantado duro, bien duro, ante la guerrilla del ELN.

A los integrantes de grupo armado al margen de la ley se les exige poner fin a los secuestros y liberar cuanto antes a los capturados si quiere continuar con los diálogos de paz.

Por eso, la delegación del Gobierno le ha pedido esta a la guerrilla en un comunicado público, “ante el rechazo y la indignación de la opinión pública nacional e internacional”, una reunión urgente y extraordinaria por las “inaceptables justificaciones” que ha presentado el grupo armado para continuar secuestrando.

Gustavo Petro no pierde de vista el desarrollo de los acontecimientos. En la Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico, que se celebra en San Francisco, dijo que el ELN está obligado a cesar sus hostilidades militares contra la población.

“Hay un tema fundamental que es el secuestro, [enmarcado] en el derecho internacional . [La guerrilla practica ] confinamientos, desplazamiento, extorsión, reclutamiento de menores. Hay una serie de problemáticas que les llamamos hostilidades contra la población civil que tienen que asegurarse”, agregaron el mandatario.

Antes de plantarse de esta manera, los delegados del Gobierno Nacional tenían planeado encontrarse la semana que viene en México con los portavoces de la guerrilla, una de las más antiguas del continente.

Era un riesgo evidente acudir a la cita sin la seguridad de que el ELN iba a aceptar dejar de secuestrar, una práctica que le ayuda a tener millonarios recursos, pero que le sirve sobre todo para reivindicarse como grupo armado.

El momento exige un pronunciamiento incontestable: la opinión pública ha dicho basta tras el rapto de Luis Manuel Díaz, el padre del futbolista colombiano Luis Díaz, que juega en la liga Inglesa.

El país ha estado dos semanas en vilo esperando que lo liberaran y por el camino ha crecido la indignación ante una práctica repulsiva que ha dejado a la guerrilla en una muy mala posición. Y es que los colombianos están cansados de estas formas de violencia.

El secuestro, una práctica común en la Colombia de los años noventa, ha descendido de manera considerable en la última década, pero lo siguen cometiendo bandas organizadas y grupos armados como la guerrilla del ELN.

El repudio de la sociedad ante este tipo de crimen es unánime. Muchos sitúan la decadencia de las FARC en el momento en el que comenzaron a hacer lo que se conoce como pescas milagrosas, incursiones armadas aleatorias a vehículos en mitad de la carretera que acababan en el secuestro de sus ocupantes si creían que podían sacar una buena recompensa por ellos.

El misticismo que pudiera rodear a los guerrilleros, que se podía pensar que estaban por una causa noble, supuestamente revolucionara, se evaporó por completo. El Gobierno de Juan Manuel Santos solo inició un diálogo con esa guerrilla, que a la postre llegaría al acuerdo de paz de 2016, cuando las FARC renunciaron al secuestro. Y eso fue todo un éxito, así la derecha, representada por Álvaro Uribe, no lo quiera aceptar.

El ELN ha asegurado que no sabía que se trataba del padre del futbolista cuando llevó a cabo el secuestro, pero esa versión cuesta mucho creerla, y en cierto sentido da igual, el hecho se cometía de todos modos, fuese quien fuese.

Una operación delincuencia con esa requiere de semanas de investigación, vigilancia y seguimientos, no se improvisa. La sociedad colombiana, según las encuestas, había recibido con buena disposición la negociación de la guerrilla con el Gobierno de Gusta Petro, pero su paciencia parece haberse colmado. El grupo armado no ha dado muestras de caminar hacia un desarme y no ha asegurado que vaya a liberar a los más de 30 secuestrados que están en su poder.

El asunto está sobre la mesa. Petro y sus funcionarios no quieren dar un paso más sin el compromiso de la otra parte, porque sencillamente los colombianos están hastadios de la violencia guerrillera.

El ELN es un negociador paciente pero gaseoso, al que no le gusta ninguna imposición, ni de tiempos ni de estrategia. El reloj no parece correr para ellos, agazapados como llevan en el monte desde hace más de sesenta años.

Mientras tanto, el Gobierno necesitará de Otty Patiño, jefe de la delegación; Iván Cepeda, el senador de confianza de Petro para asuntos de paz; y del alto comisionado para la Paz, Danilo Rueda, para reconducir una situación que se antoja francamente difícil.

Antonio García, jefe de la guerrilla, dijo: “No nos financiamos del narcotráfico, somos una organización pobre como la mayoría de los colombianos y no nos avergüenza”. Los rebeldes consideran el secuestro y la extorsión como “operaciones de finanzas”, práctica que son sanguinarias y nada tienen que ver con la transformación social de Colombia.

La negociación parece haber llegado a un punto de no retorno, de un posible fin. la guerrilla debe dejar de practicar secuestros, sí o sí. Cualquier movimiento que no sea este pone en peligro un proceso de paz que Petro tiene como una de sus máximas prioridades, porque quiere pasar como el pacificador de Colombia.

Además, a partir del eventual acuerdo del ELN, se construye la paz total, es decir, la negociación o rendición del resto de grupos armados desperdigados por el país.

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