La operación Martillo de medianoche comenzó con todo su poder. Los países del Golfo ya están preparados para una escalada en la región que, en el peor de los casos, tendría un efecto directo sobre los europeos.
El presidente Donald Trump pidió dos semanas de reflexión para tomar una determinación que cambiaría el mundo: bombardear Irán o dejar que Israel luche en solitario.
El presidente apenas necesitó un par de días para resolver dicho. En la noche de este sábado 21 de junio, decidió que la potencia llamada Estados Unidos debe implicarse —sin que se sepa todavía cuánto— en una nueva guerra en Oriente Medio.
No es lo que sus seguidores o electores quieren. No es lo que prometió en su campaña para llegar a la Casa Blanca. Pero es lo que le pedían el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el ala dura de su colectividad política, representada por el propio Marco Rubio, secretario de Estado y asesor de seguridad.
Donald Trump pidió dos semanas de reflexión para tomar una decisión que cambiaría el mundo: bombardear Irán o dejar que Israel luche a solas. El presidente apenas necesitó un par de días para resolver el dilema. Anoche decidió que Estados Unidos debe implicarse —sin que se sepa todavía cuánto— en una nueva guerra en Oriente Próximo.
No es lo que sus seguidores quieren. No es lo que prometió en su campaña electoral. Pero es lo que le pedían el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el ala dura de su partido, representada por el propio Marco Rubio, secretario de Estado y asesor de seguridad.
Y es que la intervención militar Martillo de medianoche arrancó de madrugada. Los bombarderos estadounidenses atacaron las tres mayores plantas conocidas de enriquecimiento de uranio donde Irán, de acuerdo con los funcionarios de la poderosa Inteligencia occidental, reunía las condiciones para fabricar armamento nuclear.
La lista la lideraba Fordow, una instalación bunkerizada y enterrada bajo una gigantesca montaña que solo podía ser atacada, de acuerdo con los servicios militares israelíes y norteamericanos, con una bomba penetradora de 13,5 toneladas que sólo posee los Estados Unidos.
De ahí que Trump celebró en un mensaje a la nación que el éxito de la operación fue “espectacular” y que los objetivos han sido “destruidos totalmente”. También aprovechó la ocasión para lanzar una amenaza o alerta a mundo. El régimen iraní tendrá que elegir, dijo, entre “la paz o tragedia”.
Por el momento, no hay pruebas satelitales ni de otro tipo que permitan corroborar, a mediodía del domingo, la magnitud de todo el daño causado. Lo que parece seguro es que Irán prepara su respuesta y que las dianas de su furia serán, probablemente, israelíes y norteamericanas.
Como explica el ministro de Asuntos Exteriores de la nación, Abbas Araqchi, “nos reservamos todas las opciones para defender nuestra soberanía, nuestros intereses y nuestro pueblo”. Fin del comunicado.
El oficial estadounidense Caine ofreció en una rueda de prensa, donde compartió algunos detalles de la operación. Anoche los aviadores estadounidenses descargaron catorce de sus poderosas bombas penetradoras contra los puntos establecidos como objetivos. Recibieron el apoyo de un submarino ubicado en el Golfo Pérsico que disparó hasta dos docenas de misiles Tomahawk. La operación contó también con otros bombarderos B-2 que sobrevolaron la región sin ánimo de atacar. Sólo para despistar.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, reconoció en la misma conferencia que no pueden garantizar que Irán haya perdido sus capacidades nucleares. Mucho menos que este sea el fin del programa que adelanta para desarrollar la bomba atómica. También ha comentado que el propósito de Estados Unidos no es provocar «un cambio de régimen» en Teherán y que el capítulo aun no está cerrado.
A raíz de esto, Arabia Saudí ya está en “alerta máxima”, de acuerdo con la agencia de prensa internacional Reuters, Kuwait insta a sus ministros a buscar refugio. Baréin recomienda a su población que evite las carreteras principales. Turquía llama a la prevención por el riesgo de “un conflicto más amplio”. Todos ellos, como Catar, tienen algo en común: la presencia de tropas estadounidenses en sus territorios.