El victimismo electoral en Colombia 

Por Edilson Huérfano Ordoñez/ Candidato a doctor en comunicación Universidad de la Plata / Centro de Investigación Orlando Fals Borda.


Estrategia de victimización y construcción discursiva

En el escenario electoral colombiano, algunos candidatos han recurrido a la denuncia de supuestas “amenazas” de grupos armados como un recurso retórico. Desde la psicología política, este fenómeno se puede entender como un mecanismo de victimización instrumental, donde el sujeto político busca legitimar su relevancia al presentarse como blanco de la violencia.

Ernesto Laclau (2005) plantea que el populismo opera a través de la construcción de significantes vacíos, es decir, símbolos que condensan demandas sociales diversas. En este caso, la figura del amenazado se convierte en un significante vacío que articula la empatía ciudadana, más allá de propuestas programáticas.
De manera similar, Patrick Charaudeau (2009) explica que el discurso político moviliza emociones mediante la construcción de identidades de “víctima” o “perseguido”, lo que produce solidaridad simbólica con el candidato.
  1. Impacto emocional en la opinión pública
Según Albert Bandura (2002), las emociones cumplen un papel central en la toma de decisiones políticas, y la empatía hacia la víctima puede suspender el juicio racional. En la práctica, estas denuncias de amenaza permiten al candidato:
-Ganar visibilidad mediática, instalando su nombre en la agenda pública.
-Blindarse de la crítica, ya que cuestionar a un “amenazado” resulta socialmente incorrecto.
-Convertirse en referente moral, apelando a lo que Elisabeth Noelle-Neumann denominó la “espiral del silencio” (1993): la gente prefiere apoyar lo percibido como víctima antes que correr el riesgo de parecer insensible.

2.  La instrumentalización del miedo

Antonio Pasquali (1990) advierte que en sociedades con altos niveles de violencia, el uso del miedo como recurso comunicativo se convierte en una “retórica de la legitimidad”. Sin embargo, cuando la denuncia es falsa o exagerada, se erosiona la confianza pública. Pierre Bourdieu (1991) ya señalaba que el capital simbólico puede transformarse en capital político, pero también perderse abruptamente si se percibe manipulación.
En Colombia, donde líderes sociales y defensores de derechos humanos enfrentan amenazas reales y sistemáticas, la banalización de esta condición por parte de algunos candidatos constituye un acto de cinismo político que debilita la respuesta institucional y trivializa la violencia que sí cobra vidas.

3. Consecuencias a largo plazo

Desgaste de credibilidad: cuando la ciudadanía descubre el carácter oportunista de la denuncia, se genera un descrédito irreparable.
Deslegitimación de la política: se fortalece la percepción de que todo es espectáculo, lo que incrementa el abstencionismo.
Erosión de la solidaridad social: la empatía hacia los verdaderos amenazados se reduce, al confundirse lo real con lo ficticio.

En suma, el fenómeno de las denuncias de amenaza como estrategia electoral refleja la precariedad del sistema político colombiano, donde candidatos sin proyectos sólidos apelan a la lástima en lugar de la propuesta. Como advierte Levitsky y Ziblatt (2018), las democracias se deterioran cuando los actores políticos privilegian la manipulación emocional sobre la competencia programática.

Al final, el victimismo se convierte en un boomerang discursivo: lo que otorga visibilidad momentánea puede transformarse en desprestigio duradero.

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