¡Caucanistán!, el departamento destrozado por la violencia.


Por Francisco Calderón

¡El terror carcome al Cauca! La muerte y la violencia lo destruyen lentamente, poco a poco cercenan las ansias de vivir de sus gentes, de sus comunidades. Por eso lo llamo Caucanistán.

Muchos tienen que irse; y los que no pueden, deben cambiar sí o sí sus vidas, cuando las balas asesinas del delincuente o sicario acaban con un ser querido. Truncan sueños, metas, ilusiones. Todo lo destruye, es un desangre lento, que deja sin fuerza a muchas personas. Pero lo más aterrador es el silencio que impone el terror, porque los responsables de esa violencia terminan atrapando a las víctimas a tal punto que estas deben callar, así la vida deba abrirse a la fuerza, ellos con su violencia terminan llevándose todo, hasta las palabras del doliente, quien llora a su ser querido hasta desgarrarse las tripas.

Ese mismo terror termina trastocando, con discursos que normalizan las cosas, el concepto de víctima: quien mató, mandó a asesinar, el agresor, el violador, el asaltante, el feminicida terminan en la posición dominante, viviendo sus vidas sin problema; mientras que las víctimas, o sus familiares, deben esconderse, huir, callar, vivir prácticamente en el ostracismo, aferrados a dioses, santos y hasta en brujería.

Mientras que el mundo occidental, sensato y racional, hay una sanción severa contra el asesino, en el Cauca este último termina como alcalde, gobernador, empresario, dueño de todo, de ahí que pueda pisotear, y luego esconder, la verdad, aumentando ese terror que a diario nos imponen en pequeñas dosis cotidianas: «Calle o lo matan», «Eso es así, cállese». Es la cultura del miedo funcionando a toda máquina.

Miremos cifras: son 22 líderes sociales, indígenas o comunitarios asesinados este año en la región. Son 22 proyectos de vida truncados, igual número de familias destruidas, son tragedias que se van juntando hasta terminar en separaciones, divorcios, rupturas, todo porque la ‘ley del plomo’ así lo quiere.

Ahora en el caso de la violencia de género el panorama es más dantesco. Como periodista tengo contabilizado ya 86 asesinatos de mujeres o feminicidios en este 2022. Acá es más cruel, porque muchas son muertes producto de la demencial postura de que ‘te mato porque te amo’, ‘si no es para mí, no es para nadie’ o por que son sencillamente ‘unas perras’. ¡El horror hecho realidad!

Hay más. En un solo fin de semana se han contabilizado 21 homicidios, y esa tendencia se mantuvo durante todo el año, al punto que no se alcanzaba a sacar las noticias de esas vidas que terminaban con un balazo, una puñalada, un golpe. Y claro está la guerra aporta otro tanto para que muchos soldados, guerrilleros, policías terminen en el cementerio.

Y así, contabilizando, se van sumando vidas que se pierden, por esa violencia que vivimos en una de las regiones más ricas del país, pero que hasta el momento no ha encontrado esas fórmulas llamadas ‘paz’, ‘desarrollo’ o ‘justicia social’ para que sus gentes vivan tranquilas, todo porque tras el baleado, el ultimado, viene esa ola de terror que termina por acabar lo que el disparo no acabó, donde la justicia es un remedo y el orden no es más que la dictadura del odio y del mal.

Correo del autor: franacal1982@gmail.com

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