Colombia venció a Venezuela, empezando con pie de derecho el camino de las eliminatorias.


La ciudad de Barranquilla amaneció en completo silencio. Eran las siete de la mañana de ayer jueves 7 de septiembre y sobre el centro de la capital del Atlántico había unas nubes que tapaban el sol de la aurora.

Sin embargo hacía calor, mucho calor. Tanto que los carros que recorrían la ciudad de norte a sur llevaban los vidrios, casi siempre polarizados, arriba para que el aire acondicionado les hiciera llevadera la vida.

Al principio no parecía un día de partido de eliminatoria en el Metropolitano, la casa de la selección. No se veían turistas comprando la tricolor. Tampoco se oía música en las calles. A lo sumo se observaban unas cuantas personas saliendo hacia los trabajos, con la camiseta del elenco nacional, como algo rutinario.

Pero a las 9:30 a.m., cuando el firmamento ya estaba azul y el sol emanaba un rayo desesperante, de esos que hace que las personas suden incluso cuando están sentadas y que la piel se sienta pegajosa, se empezó a ver movimiento: en los locales comerciales se veían colgadas camisetas (amarillas y vino tinto, para los aficionados venezolanos). “A 75 barras cada una”, decían los venteros en la zona aledaña al parque Suri Salcedo, al centro-norte de Barranquilla.

Más hacia el norte, afuera del Hotel Dann Carlton, sede de la concentración de la Selección Colombia, no se veía mucha venta de parafernalías alusivas a la Tricolor en las calles. Una normalidad total.

Lo que sí se observaba eran aficionados como Reinaldo Izquierdo, un vallecaucano que con el partido ante Venezuela ajustó 20 veces viajando a Barranquilla a ver al conjunto cafetero, parados afuera de la puerta, esperando observar, así fuera por un segundo, a los futbolistas que convocó Néstor Lorenzo para tomarse una foto o que les firmaran un autógrafo. Ese era un hincha fiel.

Durante las primera horas de la tarde de ayer jueves hizo un sol intenso, picante. La fiesta de la Selección se tomó ya Barranquilla. La ciudad ya no estaba en silencio, quedó atrás esa quietud. Ahora por las calles del sur, cerca al estadio, se escuchaba champeta, música africana, aclararon los locales, en los piko, que son los bafles tradicionales de esta zona del país.La alegría era la protagonista.

Los aficionados, que empezaron a llegar al estadio desde las 3 de la tarde, tomaban agua o cerveza para enfrentar el calor. La alegría se veía en los rostros de los integrantes de familias enteras que llegaron a La Arenosa desde diferentes partes del país para ver a la Tricolor. Ya esa euforía se tomó el corazón de todos y todas.

Después de las las 4:00 p.m. los aficionados entraron a las tribunas, pintándolas de amarillo y alegría.  Unas cuantas nubes taparon el sol y la temperatura mermó. Lo que se mantuvo arriba fue el ánimo de los aficionados, que desde que los ídolos salieron a calentar empezaron a corear al unísono, “vamos, vamos, vamos Colombia”.

Los jugadores saltaron a la cancha. El Metropolitano cantó el himno nacional –interpretado por Jorge Nasra– con el alma, con fuerza, con amor patrio. La pelota empezó a rodas El partido empezó. Durante los primeros minutos los hinchas parecían incansables alentando a los futbolistas, nadie quiería quedarse quieto. Después, al ver que a Colombia le costaba romper el cerco defensivo que puso Venezuela, los ánimos mermaron. La primera parte terminó 0-0.

El entretiempo fue una fiesta en la casa histórica de la Selección.  Los hinchas cantaban y bailaban las canciones que ponía la logística del estadio. La misma que se apoderó cuando Rafael Santo Borré conectó de cabeza un centro que le llegó desde la derecha de John Arias y marcó el 1-0 a favor de los cafeteros. Abrazos entre desconocidos, saltos de emoción, fotos, videos y hasta videollamadas fue lo que se vio después en las tribunas del Metropolitano.

El partido siguió. La noche era cálida. Colombia se acercó al arco, pero no pudo concretar más goles. Después hubo dos ovaciones largas: la primera cuando James Rodríguez ingresó a la cancha. La segunda en el momento en que Luis Díaz salía hacia el banco de suplentes.

Faltando cinco minutos para que terminara el juego un aficionado, que logró entrar un bafle a la gradería occidental, puso a todo volumen la canción “En Barranquilla me quedo” del Joe Arroyo. Todo el mundo estalló de alegría.

La afición empezó a cantar el coro de la canción, como un presagio de lo que pasaría después del final del partido: los tres puntos se quedaron en la casa de la Selección y la emoción, la felicidad,  se quedaron en Barranquilla. Muchos hinchas salieron para los rumbeaderos de la “Arenosa” a seguir la fiesta que empezó el fútbol. Barranquilla ya no estaba en silencio, era toda una fiesta y rumba.

La Selección Colombia venció a Venezuela en el inicio de las Eliminatorias al Mundial 2026 en el estadio Metropolitano de Barranquilla, en su casa, empezó con pie derecho.

El tanto del equipo nacional fue obra de Rafael Santos Borré, de cabeza, en el arranque del segundo tiempo, y de esta manera la Tricolor sumó sus primeros tres puntos en el camino al Mundial de Canadá, Estados Unidos y México 2026. Para allá deben ir el onceno nacional.

Borré se convirtió en el jugador que hizo el primer tanto en todas las eliminatorias para el próximo Mundial, reseñó la Fifa en sus redes sociales.

El triunfo resultó corto en el resultado, pues el equipo que orienta el argentino Néstor Lorenzo legó en varias ocasiones con posibilidades de gol por intermedio de Luis Díaz, Juan Guillermo Cuadrado y Jáder Durán.

Lorenzo dirigió el noveno partido con Colombia: 7 victorias y dos empates. El único juego oficial, el de este jueves ante Venezuela que al comienzo mostró resistencia y llegó claro al arco de Camilo Vargas.

El próximo partido de Colombia será el martes ante Chile, en Santiago.

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